El exponencial desarrollo tecnológico de las últimas décadas tiene como contrapartida la acumulación de basura electrónica (e-waste), el tipo de residuo de mayor crecimiento a escala mundial.
La tecnología ha estado en servicio del hombre visionario y de la sociedad desde hace muchos años —y aunque la brecha entre los países es amplia y el acceso a la misma aún no abarca ni al 42% de la humanidad— esto no ha impedido que las personas estemos rodeadas de aparatos electrónicos de una manera cotidiana, casi natural e incuestionable. Hasta pareciera que es una extensión de nosotros mismos. Pero como todo tiene un principio y un fin, también éstos tienen un tiempo de vida útil y luego pasan a ser uno de los más grandes problemas en contraposición a su filosofía de creación.
Todos contribuimos diariamente a producir basura electrónica. Se generan más de 46 millones de toneladas métricas al año, promediando a 6 kilogramos por cada habitante del planeta. Los RAEE (Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos) pueden contener sustancias químicas nocivas y metales pesados como berilio, cromo, cadmio, arsénico, selenio, antimonio, mercurio y plomo, además de oro, plata y cobre.
El 60% de la basura electrónica, son grandes y pequeños electrodomésticos del hogar, desde frigoríficos y lavadoras hasta tostadoras, aspiradoras, máquinas de afeitar, etc y un 7% está formado por celulares, computadoras, impresoras y otros equipos de la tecnología de la información. Los residuos electrónicos están llenos de componentes tóxicos que quedan expuestos y reaccionan con el aire, el sol o la lluvia, emitiendo sustancias químicas que contaminan la atmósfera, el agua y el suelo. Tarde o temprano estas sustancias entran en nuestros cuerpos y nos enferman.
Sólo un 17% de esa basura se recicla en el mundo. El verdadero reto es generar políticas de apoyo para mejorar las condiciones de vida y limpieza del medio ambiente a través del reciclaje. Esta tarea genera ganancias y la transformación de la chatarra electrónica, genera recursos.
Según la Universidad de las Naciones Unidas, un cambio de actitud de los consumidores podría también reducir el problema. Fijarnos en el precio, cuestionarnos el tiempo de vida o modo de reparación de lo que compramos. Debemos crear mercados conscientes, donde exista una responsabilidad de gestión de la basura electrónica por parte de los fabricantes, creando una competitividad de mercado entre los productos similares. Asimismo como consumidores crear conciencia y exigir la responsabilidad del reciclado.
Debemos entender que el problema de la basura electrónica no sólo debe atribuirse a los productores, sino también a una economía que alienta el consumismo exagerado y la obsolescencia programada, la avaricia de las industrias y la auto-indulgencia de los consumidores. Todos nosotros estamos involucrados en esto.