“Arribar a un lugar nuevo, lleno de destellos que acentúan el cañón en el que se ubica la ciudad, descender poco a poco de 4.150 m. de altura, sintiendo que el aire se te acaba y la cabeza te palpita pero no mucho más que el corazón; es hermosa la vista en la madrugada, millones de luces te dan la bienvenida.
Al otro día amanece temprano 5:30 am, el sol te saluda bañándote completamente con todo su esplendor, aparece imponente ante tus ojos el Illimani cubierto con blanco velo.
Té de coca y sorojchipills se aprestan para dar solución al mal del Sorojchi que nos aqueja a los extraños, a aquellos que no hemos nacido en las alturas y a las faldas de las montañas, a los visitantes extranjeros que aunque descompuestos venimos a compartir y a convivir en torno al diseño.
De pronto estamos rodeados de voluntarios, de jóvenes llenos de vida y de emoción, que nos reciben con abrazos cargados de eso que solo ellos pueden dar: amor; Erika, Roxana, Tatiana, Andrea, Olivia, Ximena, César, Ignacio, por mencionar solo a unos cuantos, nos inundan con esa mirada llena de luz, con sus sonrisas y la calidez de sus palabras.
Subir al teleférico, volar sobre La Paz, recorrerla de punta a punta colgados de un cable, pendidos en las alturas, avanzando al ritmo de la ciudad, mezclados entre la gente que nos mira y examina como ajenos al lugar; cholitas aparecen por todos lados, ataviadas con sus trajes de colores vivos, marchan con sombreros que parecen flotar sobre su cabeza al más puro estilo de Magritte, y polleras que asemejan flores que se abren en primavera.
Caminar por el Mercado de las Brujas, donde tropiezas con extraños fetos de llama colgados en la puerta de los locales, plantas curativas, hojas de coca y artículos varios para luchar contra los malos espíritus según creencias del pueblo Aymara. Recorrer la Sagárnaga, calle llena de colores que se tejen en aguayos y chuspas guardando las vivencias y la historia de las comunidades andinas; ver y sentir el diseño ancestral en toda su magnitud, desplegado en líneas y patrones geométricos sorprendentes, típicos del lugar.
Conocer nuevos amigos, reencontrarse con otros, darles voz y materialidad a los del Facebook. Grandioso encuentro de diseño, lleno de la energía de Machicao; la calidez de Ordoñez; la genialidad de Arbelo; la grandeza de Carson; la complicidad de Castro, Boelts y Wright; la elegancia de Boldrini y Ficarddi; la efectividad de Wilson; la irreverencia de Varcárcel; la versatilidad de Cabañas; la juventud y vitalidad de Gianmoena, Cronenbold y Vittor; la chispa de Berdichevsky y de Taborda; la magia de Kath; la versatilidad de Gil; las ocurrencias de Coello; la frescura de Gaby y Angie, las sonrisas de Irigoyen y de De Laurentis; la genialidad de Ibarra y Muggeri; la vitalidad de Lewis; el humor negro de Montt; la formalidad de Iturralde y de Gaona; la responsabilidad de Mariaca y Villagómez; la seriedad de Becas; el compromiso de Vivanco y Wojciechowski; la fineza de Brechbühl; la gracia de Monzón; el surrealismo de Curchod; la calidez de Mena; la fuerza de Rodríguez; el cariño de Kaja; la luz de Tashakori; el ambiente festivo de Bermúdez, Ros y Marco; la emotividad de Lemel; y la matemática de Guerrero. Todos distintos pero unidos en un solo corazón, el de la BICeBé.
Los alumnos bolivianos entregados en los talleres, charlas, conferencias y exposiciones, peregrinando de un lugar a otro, llenos de fe en el diseño, ilusionados y receptivos, sintiendo y viviendo una semana intensa de aprendizaje.
Llega el momento de partir, sentir que dejas un pedazo de ti en Bolivia, volver para sentirse entero.
Gracias Bolivia, gracias BICeBé.
Gracias Susana Machicao Pacheco”